20/02/2019
Fuente: Age International.
Las mujeres mayores constituyen una fuerza de trabajo importante que pocas veces es tenida en cuenta. Deben hacer frente a las desigualdades de género que en muchos casos se suman a la pobreza, los problemas de salud y a la vulneración de los derechos laborales, sea el trabajo remunerado o no. Además, esta discriminación por razón de género vincula socialmente a las mujeres a un determinado tipo de trabajos y a unos ingresos más bajos y puede sumarse a una discriminación por razón de edad que dificulta aún más el ejercicio de sus derechos en igualdad.
Todas las personas sin distinción tienen derecho a la salud, a un trabajo digno, al descanso y a la protección social, pero para muchas mujeres mayores, estos derechos básicos así como el poder de tomar decisiones sobre su vida les son negados. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) comprometen a los gobiernos y a otras partes interesadas a que incluyan la perspectiva de los derechos de las mujeres mayores en sus planificaciones y líneas de acción.
Los trabajos que realizan las mujeres mayores pueden llegar a afectar muy negativamente a su salud y a su calidad de vida, pero pueden verse obligadas a trabajar si sus familias o sus comunidades dependen del trabajo que realizan.
Trabajos no remunerados.
El trabajo que realizan las mujeres mayores de atención y cuidados a familiares u otros miembros de la comunidad debe considerarse trabajo, sea remunerado o no. En relación con este tipo de trabajos existen normas sociales discriminatorias que atribuyen en exclusiva esta actividad a las mujeres. Incluso en edades avanzadas, culturalmente, se sigue considerando una tarea propia de mujeres por lo que las mujeres mayores pueden verse obligadas a realizar dos trabajos, uno remunerado otro no remunerado de cuidados.
El desproporcionado trabajo de cuidados no remunerado que realizan las mujeres durante toda su vida (más del doble del que realizan los hombres), junto a otras desigualdades de género, tiene un impacto muy significativo en su seguridad económica, su salud y su calidad de vida que se evidencian, especialmente, en la vejez.
Las razones por las que las mujeres mayores asumen trabajos de cuidados no remunerados pueden ser, entre otras, la migración económica de generaciones más jóvenes que deja a muchas mujeres mayores como las principales o las únicas cuidadoras de sus nietos o, el permitir que miembros más jóvenes de la familia puedan desarrollar un trabajo con el que obtener un ingreso.
Trabajos remunerados.
Un número cada vez mayor de mujeres mayores contribuyen en la economía de países de ingresos medios y bajos. Una de cada siete mujeres de 65 años o más forma parte de la fuerza de trabajo de estos países y en contextos más pobres, es más frecuente encontrar a mujeres mayores que realizan un trabajo remunerado. A pesar de ello, se presupone que las mujeres y los hombres mayores de 65 años no generan ingresos propios y son totalmente dependientes. Aunque la participación como fuerza de trabajo disminuye a medida que envejecemos, la evidencia muestra que las mujeres mayores aún participan de forma muy significativa y se ha comprobado que, desde el año 1990, el porcentaje de mujeres mayores que forman parte de la fuerza de trabajo en los países de ingresos medios y bajos ha aumentado mientras que el porcentaje de los hombres mayores se ha reducido. Este hecho se produce porque en contextos de mayor pobreza las mujeres mayores trabajan por necesidad económica para mantenerse a si mismas o a sus familias, incluidos sus nietos.
Las situaciones que pueden llevar a las mujeres mayores a realizar un trabajo remunerado pueden ser muy variadas, quedarse viudas, hacer frente a una enfermedad de algún familiar, la emigración de algún miembro de la familia, situaciones de emergencia o desastres naturales e incluso nacimientos no planificados en el entorno familiar.
Conseguir el empoderamiento económico de las mujeres mayores supondría que todas las personas reconociesen que la vejez no tiene por qué significar dependencia. Reconocer que el trabajo de cuidados no remunerado es esencial, no sólo para las personas sino también para la economía de las comunidades y los países en general, supondría eliminar una parte de las desigualdades que viven las mujeres.
Existe un claro beneficio al realizar un trabajo, a nivel económico y personal, pero para que el beneficio sea realmente positivo el trabajo que se realiza debe ser digno, proporcionar unos ingresos justos y garantizar los derechos laborales. No podemos ignorar el hecho de que gran parte del trabajo realizado por las mujeres mayores en países de ingresos medios y bajos se sitúa en el sector informal por lo que no existen contratos que garanticen los derechos laborales.
Como conclusión, para que las mujeres mayores vivan con dignidad, como titulares de derechos, es necesario que la comunidad internacional reconozca la contribución que realizan y las necesidades especificas que tienen. Es fundamental que las mujeres mayores tengan el apoyo que merecen.