«Me llamo Francis Tamba-Su y tengo 68 años. Vivo solamente con mi esposa. Tengo seis hijos, pero dos de ellos han muerto al contraer el virus del Ébola. El resto de mis hijos vive en el pueblo, pero no viven conmigo; todos ellos están casados y viven con sus esposas y esposos.
No puedo ver nada. Me he quedado ciego hace 25 años. Por culpa de esto, antes del brote del Ébola, solía mendigar. No tenía nada para comer. Ahora que se ha acabado la crisis del Ébola, todo ha cambiado. Antes, la gente pensaba en mí y me daba algo para comer.
La otra y la única manera de poder ganarse la vida aquí es gracias a la agricultura. En el pueblo, no nos tratan bien para nada. Las políticas no están hechas para proteger a las personas mayores. Pero tampoco nos tratan peor que hace unos años. Las cosas van mejorando. La gente empieza a vernos de una forma positiva y constructiva. Pero en cuanto a los alimentos, no vamos mejorando. Es una lucha conseguir algo para comer.
Cuando era joven, tenía la «mentalidad africana». Pensaba que cuando llegaba a la vejez, iba a quedarme en casa e iba a ser cuidado por otras personas. Pensaba que mis hijos se iban a hacer cargo de mí. Creo que cuando una persona envejece, debería ser muy bien cuidada, pero no es nuestro caso aquí. Pienso que este proyecto me va a ayudar mucho. Espero que podré mejorar mi calidad de vida.
Los voluntarios son los únicos responsables para contestar a mis preguntas con respecto a todas las dificultades que pueda tener con el programa. Es muy importante para mí llegar a tener un ingreso regular».
Esta historia de vida forma parte del proyecto de Age International para responder a la crisis del Ébola en Sierra Leone.