Más de 190 días de guerra en Gaza: un relato personal

Oday El-Meghari es el Director Ejecutivo de El Wedad, una asociación de la sociedad civil palestina con sede en Gaza que trabaja para desarrollar y rehabilitar la comunidad local en las áreas de desarrollo comunitario, fortalecimiento de capacidades, y rehabilitación psicológica y social.

Esta es su historia:

«Durante 190 días, viví una guerra que desafía toda descripción. Los horrores que presencié son indescriptibles, y no desearía esta experiencia a nadie, ni siquiera a mis peores enemigos.

Estaba en la ciudad de Gaza cuando llegaron las primeras llamadas para la evacuación, y comenzaron los bombardeos. Mi familia y yo estábamos perdidos, sin saber a dónde ir, los ataques aéreos fueron brutales, su impacto indescriptible. Los sonidos de las explosiones eran aterradores, dejándonos en un estado de shock y miedo. En esos primeros días, creía que la guerra terminaría rápidamente; ¿cómo podría continuar a ese ritmo sin acabar con todos en Gaza? A pesar de lo que decía el telediario, que el conflicto duraría meses, me parecía inconcebible. Pero me equivoqué.

Con el paso de los días, desaparecieron las necesidades básicas. No teníamos agua, electricidad ni combustible. La comida escaseaba, y en 20 días perdí más de 10 kilos de peso corporal. Todos los cruces estaban cerrados, impidiendo la entrada de camiones con alimentos a Gaza. Pronto, las reservas de comida se agotaron.

Esta fue la parte más difícil: el hambre. Sobrevivimos con una sola comida al día. Dicen que ‘nadie muere de hambre’; eso es una mentira. Comíamos frijoles y pan hasta que se acabó el pan, luego comíamos hierba de las calles, esto duró meses. Durante el Ramadán, sobrevivimos con dátiles y agua. Cuando finalmente comenzaron a llegar alimentos enlatados a Gaza, eran escasos y caros. Una banana costaba más de $60, y se vendía en rodajas por $20 cada una. Las distribuciones de alimentos a menudo se interrumpían por bombardeos. Los alimentos lanzados desde el aire se sentían humillantes, como alimentar a gallinas. Algunas personas incluso murieron por los lanzamientos.

Los hospitales estaban fuera de servicio o destruidos. Mi hermano, que es médico, tuvo que usar vinagre de manzana como desinfectante y polvo de café para detener hemorragias. Las cirugías mayores se realizaban sin anestesia. Los médicos a menudo tenían que tomar la difícil decisión de dejar morir a quienes tenían pocas probabilidades de sobrevivir, muchos de ellos, mayores. Mi esposa tiene cáncer, y no había ningún medicamento para ella.

Todos los almacenes en Gaza fueron destruidos. Durante el invierno, las lluvias demolieron las tiendas de campaña, obligándonos a movernos constantemente».

El Wedad y otras organizaciones palestinas locales

«La sede de El Wedad en la ciudad de Gaza fue destruida el primer día del conflicto, esto fue un golpe significativo para nosotros. Con los bancos cerrados, no podíamos trabajar con proveedores ni ofrecer servicios, nuestro personal se vio obligado a quedarse en casa y pasar hambre. Ninguna carretera era segura, lo que hacía imposible que respondieran a emergencias. Eventualmente, con el paso de los meses, algunas organizaciones, incluyendo El Wedad, comenzaron a funcionar de nuevo, principalmente distribuyendo suministros de la UNRWA.

Pero nuestro impacto fue limitado y de corta duración».

Crisis en Gaza

Las personas mayores de Gaza necesitan desesperadamente apoyo humanitario.

Enfrentan graves riesgos debido al conflicto y al desplazamiento, incluyendo hambre, deshidratación, enfermedades, lesiones y acceso limitado a servicios de salud esenciales.

Crisis en Gaza


La difícil situación de las personas mayores en Gaza

Las personas mayores enfrentaron cuatro desafíos principales: la falta de medicamentos, vivienda, nutrición y seguridad. Estos desafíos se veían agravados por sus necesidades, lo que hacía que la supervivencia fuera aún más difícil. Muchas personas mayores perdieron sus hogares debido a los bombardeos y no pudieron trasladarse a áreas más seguras debido a limitaciones físicas. Algunas murieron durante estos movimientos forzados o mientras intentaban sobrevivir en refugios improvisados, expuestas al frío intenso del invierno.

Los medicamentos y vitaminas, esenciales para las personas mayores, se volvieron escasos. Esta escasez fue devastadora para aquellos con enfermedades crónicas como diabetes, enfermedades cardíacas, artritis y otras condiciones que requieren atención y tratamiento médico constante. Sin acceso a medicamentos, muchos sufrieron enormemente, y algunos incluso murieron por complicaciones prevenibles.

El impacto psicológico fue igualmente severo. Muchas personas mayores ya habían soportado una vida llena de dificultades. Haber nacido en una tienda de campaña en un campo de refugiados durante los años 50 fue un cruel giro del destino al ver cómo terminaban sus vidas, décadas después, en otra tienda de campaña. El miedo constante, la falta de seguridad y la visión de su comunidad desmoronándose a su alrededor dejaron profundas cicatrices psicológicas. Su trauma se agravó por la incapacidad de proteger y apoyar a sus familias, lo que llevó a sentimientos de impotencia y desesperación.

La nutrición fue otro problema: la escasez de alimentos afectó a todos, siendo las personas mayores particularmente vulnerables. Muchos no podían hacer fila durante horas o luchar por los limitados suministros de alimentos, lo que los dejaba con un mayor riesgo de desnutrición.

A medida que las personas huían hacia las regiones del sur de Gaza, el hacinamiento agravó aún más estos problemas. Áreas diseñadas para 90,000 personas se convirtieron de repente en el hogar de más de 2 millones. Este congestionamiento extremo hizo casi imposible que las personas mayores se movieran, accedieran a servicios o incluso encontraran un lugar seguro para descansar. Caminar por las calles significaba navegar entre un mar de personas, a menudo pisando a quienes habían colapsado por el agotamiento o lesiones.

La falta de saneamiento y la acumulación de basura contribuyeron a la propagación de enfermedades, a las que las personas mayores son particularmente susceptibles. Sin una gestión adecuada de los residuos, el medio ambiente se volvió peligroso, poniendo en mayor riesgo la salud de las personas mayores que ya tenían sistemas inmunológicos debilitados.

Su sufrimiento sirve como un recordatorio contundente de los impactos más amplios del conflicto, afectando a los miembros más vulnerables de la sociedad de múltiples maneras.

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